sábado, 20 de julio de 2013

Una historia de amistad, durante la última dictadura argentina


Graciela Daleo conoció a Ana María “Loli” Ponce en la ESMA, donde antes estuvieron cautivas durante los años trágicos de la dictadura. Loli Ponce escribía a escondidas. Poemas. Algunos estaban pegados en la pared de su celda. Escribió hasta el día en que un guardia le dijo que Rubén “Delfín” Chamorro quería verla, y ella supo que le esperaba la muerte. En el sótano de la ESMA, donde “trabajaba” con Daleo tipiando informes y documentos, le pidió a su amiga que guardara sus poemas escritos en cautiverio. Quince años después, Luis Andrés Macagno Fernández, hijo de Loli, se decidió a pedirle a su abuela que le mostrara aquellos papeles de su mamá desaparecida:
“He resurgido muchas veces/ desde el fondo de las estrellas derrotadas”, se lee en uno de ellos. Y en otro: “Quiero saber cómo se ve el mundo/ me olvidé de su forma/ de su insaciable boca/ de sus destructoras manos/ me olvidé de la noche y el día/ me olvidé de las calles recorridas” (...) “y estoy, a pesar de todo esto/ a pesar de no creerlo/ estoy juntando unas palabras/ unas infieles palabras/ que me dejen recordar/ cómo podría verse el mundo”.

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